Un post en linkedin me ha hecho pensar -y reparar- en la importancia de las máquinas de vending.
http://www.vending-europe.eu/eva/home.html
Recuerdo bien los contenidos de las susodichas máquinas, hace ya algunos años: chuches, bolsas de panchitos, milkibars, cocacolas, y poco más. Al final, cuando curras en una empresa como la mía, las máquinas de vending condicionan tu alimentación porque te pasas el día metido en ella; recuerdo con especial regocijo un post-it que un día ví pegado en una máquina vending de mi empresa: ¡queremos donuts!, decía. Claro. Los informáticos necesitan azúcar, se pasan el puñetero día dándole vueltas a las neuronas y el azúcar es para ellos como el agua para los peces.
Normal.
El otro día bajé a la cantina y para mi sorpresa, encontré una preciosa y nuevecita máquina de vending con artículos más bien evolucionados: ensaladas de Isabel, piezas de fruta, sándwiches tiernos y jugosos -nada de esas guarrerías pastosas en forma de triángulo que saben a plástico, y naturalmente, cosillas dulces para los depauperados cerebros informáticos.
Caramba, pensé, si alguien inventara una máquina vending que te proporcionara -digamos- un sandwich calentito, una ración de lentejas caseras o un rape con almejas, se haría de oro. Sinceramente, muchas veces me encantaria comer en diez minutos algo saludable y aprovechar el resto del tiempo para cualquier otra cosa útil.
Alguien tendría que hacer un estudio por tipología de empresa y proponer máquinas adaptadas a lo que el personal necesita a la hora de comer; no es lo mismo currar de mensajero que de oficinista, las calorías no son las mismas, las necesidades de la gente son diferentes, y las máquinas deberían ser muy distintas según el lugar en el que se ubiquen.
En cualquier caso, están poco elaboradas y peor pensadas; y no tanto por la máquina en sí, sino porque un eslabón de la cadena de suministro más arriba, las empresas fabricantes de los contenidos no se paran a pensar en crear productos adaptados a lo que la gente necesita y quiere. Quizá sea un tema de costes, no lo sé. Pero vive Dios, que si una máquina de vending te proporciona una sicilian pizza de pepperoni calentita y humeante, se hace de oro. ¿Es tan difícil? No lo creo. Cuestión de imaginación.
Silcas
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