Semoviente

Así estoy hoy, recuperándome de la comunión de mi sobrina que celebramos ayer en casa de mi hermana -magna celebración, por cierto-, y tratando de reponerme tras la ingesta masiva de champán francés, del agua de los floreros y de la cisterna del baño. Gracias a dios que no fumo, que si no, estaría buscando un cuchillo carnicero para rebanarme la cabeza y que dejara de molestarme.

 

Hacía siglos que no tenía una resaca tan enorme -gracias a dios-, y juro que jamás volveré a acercarme a menos de 10 metros de una botella de champán  (a menos que sea para bebérmela, claro, jejeje.)

Menos mal que ayer no fue hoy, es decir, que no diluvió, y los enanos pudieron disfrutar en el jardín rodando como croquetas con las espadas -láser, vikingas y castellanas clásicas-, que suelen ser el juguete bélico favorito de los niños. 

Me duelen hasta las uñas de los pies. Joder, es que hasta me pesa el pelo. Será porque está mojado, pero no quiero ni pensar en el ruido del secador junto a mi oreja.

Hoy para comer tenemos arroz de olla express, como lo preparo en piloto automático, no tengo ni que pensar. Plato único.

Luego trataré de echar una siesta para poder ser persona de nuevo. Si eso. Porque a mí ésto me cuesta dos días para recuperarme, como mínimo.

Pero es que además mañana tengo una presentación de cierta importancia y tendré que currar un poquillo en la ppt. 

Dios, qué sopor. Mi hija y la perra están jugando con un pollo de goma enorme que hace un RUIDO horroroso. Ñiiiieeeeeeccccc…. Claro que ambas dos no tienen la culpa de la debilidad de su madre por el champán.

Champán maaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaalo.

Silcas